Relato corto: Cenizas sin arder.

Entré en el aeropuerto con la muerte a mis espaldas y durante las dos horas que duró el viaje sólo hubo una imagen en mi mente: la de la furgoneta Peugeot blanca volando por los aires. Pasé por alto papeleos, facturación de maletas, embarque, advertencias de seguridad y demás asuntos característicos de los viajes en avión. Mientras sobrevolábamos media España, yo fingía leer revistas insulsas, interesarme por el carísimo menú del avión y mirar por la ventanilla, intentando en balde hacerme una idea de lo que sería mi vida a partir de ese momento y rememorando lo que había sido hasta entonces, durante los últimos cuatro años.

Mientras una montañita de documentos ardientes suplantaba unos instantes en mi cerebro al destrozado y también ardiente vehículo, intentaba comprender y asimilar que Fermín Abaitua había muerto y que yo había visto arder su DNI junto con el resto de su vida. Me preguntaba qué seguía, una vez aceptado ese hecho... ¿qué era de mi vida? ¿Volvía a ser Rubén Díaz, o tenía que aprenderme otro nombre? ¿Debía hacerme notar de algún modo, o ellos me encontrarían cuando les hiciese falta? No quería tener demasiado tiempo libre; a decir verdad temía que me diese por explotar otra furgoneta, pero conmigo realmente dentro. ¿Seguía en pie aquello de unas merecidas vacaciones tras la operación? Si era así, tenía que ir pensando qué iba a hacer en ellas, o a fuerza de costumbre igual volvía a pasarme por las tierras del norte y... en fin. Estaba seguro de que alguno de los más jóvenes me reconocería a pesar de ir sin las lentillas marrones, con el pelo negro, alborotado, cien veces más corto, la colonia de Ralph Lauren y el descuidado afeitado.

Por mucho pendiente hortera que me hubiese desclavado de la oreja o mucha ropa de metrosexual afeminado que quisiese llevar puesta, seguía siendo la misma persona que se había sentado a su lado en las reuniones, que había sido copiloto de muchos de ellos y amante, no muy bueno supongo, de algunas de ellas. Seguía siendo ese hombre callado pero efectivo que había movido kilos de goma dos de sus trasteros a los coches... y los había hecho explotar.

Hacía tanto tiempo que nadie me llamaba por mi nombre que mi verdadera identidad casi me parecía otra vida. En el fondo, tal vez lo fuese. Los veteranos dicen que si hiciese bien mi trabajo, realmente bien, sería capaz de dejar atrás los nombres y las vidas tal fácilmente como si fuesen una camisa de usar y tirar, que sería una persona diferente para no volver a ser nunca la anterior. Y punto. Día nuevo, vida nueva, de la forma más literal posible. Obviamente, yo nunca había sido de los mejores, siempre me costaba un tiempo readaptarme.

Pero esta vez era tan exagerado el extraño sentimiento que me recorría que empezaba a pensar que tal vez nunca dejase atrás esa camisa, que nunca podría olvidar haber sido Fermín, al igual que en el fondo nunca había olvidado ser el chico desgarbado y para nada inocente que entró a la academia hacía más de diez años, ese que era siempre Rubén, pero sólo en los ratos libres.

Dando un suspiro me encaminé hacia el primer bar que vi tras las puertas del aeropuerto de Barajas, arrastrando tras de mí una maleta con ruedas que había comprado en un chino por siete euros y que estaba completamente vacía, como mi vida en ese momento, pero adecuadamente etiquetada según las reglas de facturación; con una pegatina blanca y verde que rezaba MAD, en negro. Era de Madrid; aunque para mí significaba Loco. En ese momento, la idea de que esa maleta tenía más historia que yo, me hacía sentir inseguro.

Después de lograr entrar hasta el fondo del bar, sentarme en la barra y pedir un sándwich mixto, una tapa de aceitunas negras y una caña de cerveza, me di cuenta de que llevaba un par de segundos sin respirar y me apresuré a coger aire. Estaba cargado de humo de los cigarros, con olor a alquitrán y nicotina, pero a mí sólo me olió a pólvora.

Unos segundos después bebí un trago de cerveza con la llama del vehículo aún quemando mis retinas, el líquido me supo a cenizas y me mareé. Entonces miré la pantalla de televisión: allí estaba la furgoneta, como si la estuviese mirando todavía en directo, como si me hubiese perseguido hasta la capital volando a unos ochocientos por hora detrás del Airbus 380, o 360 o como fuese que se llamaba el trasto en el que había vuelto a casa. Para mí, la imagen televisiva no era sólo un amasijo de hierros humeantes, como para todos esos madrileños que cuchicheaban a mí alrededor. Su significado era mucho más profundo que el de un ‘atentado fallido’; pues era mi vida fluyendo de nuevo hacia la nada, escurriéndose entre mis dedos impotentes. Era mi cuerpo enterrado a varios metros bajo tierra.

La imagen en diferido apenas era una centésima parte de lo espectacular que había sido en realidad, como solía pasar con ese tipo de cosas, acostumbrados como estamos a los efectos especiales de las películas de acción. Aun así, nada de lo que había visto en directo pudo evitar que los músculos de mi estómago se contrajesen peligrosamente cuando la imagen de la pantalla cambió. Desapareció el paisaje precintado y apareció mi rostro. O mejor dicho, el rostro de la persona que había sido hasta hacía unas cinco horas y media.

No hay nada que pueda preparar a un hombre para presenciar su propia muerte. Ni siquiera a un hombre que se ha estado toda la vida preparando para morir, una y otra vez, y renacer como una persona distinta, como es mi caso. Entre nosotros nos llamábamos Fénix, pero sólo antes de dejar la Academia; después nadie se llamaba nada, porque una vez fuera, no éramos Fénix; sólo éramos cenizas que aún no habían ardido.

* N/A. Hace muchísimos años que escribí este pequeño relato, pero siempre me había parecido demasiado triste como para compartirlo. Sin embargo, hoy leyéndolo, he sentido que me gustaba, así que he querido compartirlo con vosotros. Muchas gracias por leer.


Si has llegado hasta aquí, sigue un poco más: deja un comentario. ¿Qué te ha parecido el relato? ¡Gracias!

8 comentarios:

  1. Hola! genial relato, gracias por compartirlo, y bello tu blog!

    Aquí me quedo, te sigo!

    Me gustaría que te pases por mi blog literario para ver qué te parece y si te gusta, sígueme :).

    saludos nos leemos!!

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    1. Hola! Muchas gracias por pasar por el blog :)

      Me alegra que te haya gustado el relato. Creo que es algo lioso y no me animaba mucho a compartirlo por eso.

      Un beso!

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  2. Pufff me he quedado alucinada hoy porque cotilleando digo y este relato? pa mi que tenia todo visto de lo ultimo? de donde salio?
    Al ponerme a leerlo no se al principio me sonó algo así como un atentado y dije pufff arenas movedizas porque con to lo que ha ocurrido últimamente...
    Luego con el paso de las frases dije ah no...no es eso pero luego me he quedado con la sensación de que o soy tonta o que como siempre las historias cortas no son para mi...porque me he quedo un poco en plan era un tio que estaba en una academia en la que les enseñaban a hacer como que morían pero no? y eso para que sirve??? me he dicho al final a mi misma.
    Como siempre relatas de pm pero en este me he quedado un poco fuera de que querías acabar contando XD perdóname por ser retrasadita!
    Deseando ver lo siguiente que escribas y espero que te lo estés pasando de pm
    besis!

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    1. Es que este mes por fin conseguí subir realmente una entrada cada viernes. Me siento orgullosa de mí. Un pin para mí xD

      Hablando en serio, sí era un atentado, pero un atentado fingido por la persona que supuestamente moría en él.

      Sí es eso que dices. Un policía secreto, digamos. No es que les enseñen sólo a eso, pero es una de las opciones cuando están a punto de descubrirte o cuando ya has acabado tu misión de infiltración y quieres salir de ese ámbito. Destruyes, digamos, la identidad falsa que habías construido para esa misión.

      Creo que se ha notado que esta historia la empecé para que fuese más larga y luego me quedé sin inspiración porque tengo otro capítulo después empezado explicando un poco el proceso hasta que el protagonista llega ahí, pero lo dejé a medias y nunca he sabido cómo continuarlo :(

      Un besito y gracias por leer y comentar siempre.

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  3. Has pasado por alto lo de retrasadilla XD ya veo ya XD mejor no comentar como si no hubiera pasado XD.
    Si ya cuando lo explicas...pues deberías seguir la historia tiene gancho!

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    1. Jajajaja que no, que era complicado, de retrasadilla nadaaaa 😘😘😘😘

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  4. Creo que no he entendido muy bien este relato.
    Es un hombre que suplanta su identidad, explota una furgoneta y finge su propia muerte. ¿Pero para qué y por qué?
    También sé que ha ido a una academia, pero no sé de qué xD.
    No sé si hoy estoy espesa, pero no he comprendido muy bien -.-
    CHICA POTTERHEAD

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    1. Jajajajajajajajaja ves Angy no tenía que sentirse mal. En fin, es como de interpretación libre, pero más o menos es eso que dices. Es un hombre que está entrenado para infiltrarse en lugares (o sea suplantar identidades) y cuando ve que está en peligro una de las cosas que se plantea para antes de que descubran su tapadera, es fingir la muerte de su identidad falsa y salir por patas.

      Como le decía a Angy es que esto iba a ser un relato más largo con varios capítulos explicando mejor la situación pero me quedé sin inspiración. Lleva como 10 años en el ordenador y dije, bueno, qué más da. Vamos a publicarlo. Tal vez no debí hacerlo 😉

      Gracias por leer !!

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