Relato: #OrigiReto2018 - Se busca: cuerpo (Mayo 2)

Nota previa: Este relato es la continuación inmediata de Mayo #1: Érase una vez y tienen más gracia leyéndolos en orden. Así que ya sabes lo que tienes que hacer si has llegado aquí sin leer la primera parte.
Dicho esto, os dejo con el relato.





Fase uno: recolección.
“Asegúrese del buen estado de los ingredientes.”

—Han llamado a la puerta —dice, antes de que suene el toc toc de la aldaba. A veces no se da cuenta de que los demás somos seres humanos de carne y hueso, que no podemos anticiparnos a las cosas a base de premoniciones.

—Lo dices como si fuese el fin del mundo —murmuro entre dientes.

—Es que creo que es la primera vez que viene alguien a vernos… —confiesa Lucía, extrañada.

—A verme —le corrijo.

Ella hace un ruido de reproche y atraviesa la pared del vestíbulo. Está en la calle antes de que me dé tiempo a llegar a la puerta. Su grito ahogado, que suena extrañamente parecido a un “por Dios bendito”, me confirma la naturaleza de la visita, que de todos modos ya anticipaba.

Abro. El enterrador y su séquito acarrean todavía el segundo ataúd. Lo dejan en el suelo junto al primero, sin mirarme. Destapo las cajas. Dentro hay dos cuerpos como los descritos en mi petición: mujeres jóvenes, muertes naturales o no muy violentas, conservación aceptable, menos de dos días desde el fallecimiento. Lo justo para que sus familias hayan podido enterrarlas y no echen nunca de menos sus restos.

—La de la derecha murió ayer, infección en el estómago. La de la izquierda esta mañana, infarto —me aclaran, como si yo no hubiese ido a sus entierros y verificado la veracidad de las causas oficiales de sus muertes antes de encargarles traérmelas.

—Me sirven —sentencio.

Saco la bolsa de monedas de oro, la tiendo en silencio. Los trabajadores meten los ataúdes hasta mi vestíbulo, sin preguntas, como acordamos, mientras el jefe de enterradores cuenta el dinero lentamente. Cierro la puerta en sus narices antes de que puedan despedirse.





Fase dos: preparación.
“Procúrese un espacio de trabajo limpio y familiar. Repase las instrucciones.”

—Lo decías en serio —susurra su voz fantasmal. Está alucinando. Cualquiera diría que la que debería alucinar soy yo, que hablo con fantasmas y estoy a punto de intentar revivir a uno, pero bueno.

—Tal vez no funcione —advierto.

—Saldrá bien.

—Ojalá.

No lo confieso, pero tengo miedo. Nunca he exprimido tanto mis poderes y ni siquiera creo que sean suficientes para realizar el conjuro. Al fin y al cabo, soy autodidacta, obvio, que a ver quién es la idiota que se pasea por ahí hoy en día pidiendo instrucción en brujería. ¡Y precedida por el sobrenombre de Bruja Negra! Soy muy joven para morir en la hoguera, gracias.

Me río en silencio de mis pensamientos. Antes no era tan negativa, ni tan irónica. Claro, que hasta invocar a Lucía tampoco había matado a nadie, ni había tenido que adentrarme en el mundo de los espectros para encontrar un leve resquicio de esperanza que me permitiese volver a creer en el poder del amor. No. Antes esa creencia venía de serie, junto a la inocencia infantil, al perfecto príncipe azul de mis fantasías y al sentimiento de seguridad y confianza que daba tener una madre que nunca se equivocaba y que tomaba todas tus decisiones, protegiéndote de todos los dragones del Universo.

Pero ya tengo 30 años, y sé perfectamente que todos esos ideales en los que creía de niña son simples patrañas. Nadie puede protegerte de todo. La gente no suele amar, ni desear el bien. El egoísmo y la codicia son los sentimientos que mueven el mundo. Lo he aprendido a base de batacazos. Así que no me tiembla el pulso con lo que pretendo hacer. La vida me ha enseñado que en lugar de encontrar la felicidad también puedo fabricármela yo misma. Que nada es tan sagrado como quieren hacernos creer. Ni siquiera la muerte.

La sociedad dice que está mal. ¡Magia negra!, ¡brujería!, ¡a la hoguera! Me meo de risa con la sociedad. Por mí, puede irse al infierno.





Fase tres: realización.
“Dé rienda suelta a la magia.”

Comienzo a trazar runas antiguas del idioma de nuestros ancestros por ambos cuerpos, con una pluma empapada en tinta de calamar. Corto hierbas, realizo infusiones y cataplasmas que aplico con mimo sobre los cadáveres, tras asearlos a conciencia. Deshecho con marcas de fuego los órganos más dañados de cada una de mis dos donantes involuntarias. Me aseguro de quedarme con el número correcto de partes de un cuerpo. Repaso mentalmente mis estudios en materia de anatomía hasta que siento que me palpita la cabeza.

Recito el conjuro en el idioma arcano de la magia. Le indico por señas a Lucía el momento exacto en el que debe introducirse en el cadáver más joven. Lo hace y desaparece de mi vista.

Clavo sobre el corazón de la muerta el cuchillo fabricado con los huesos de la propia Lucía. Rezo en silencio para haberlos elegido bien. En la habitación de Barbazul había un revoltijo de restos humanos que ¡cómo para estar segura!

Tranquila, me digo. Lucía aseguró cien veces que era capaz de reconocerlos.





Fase cuatro: reposado.
“Paciencia. Hasta los milagros tienen sus plazos.”

Temo albergar esperanzas vanas y acabar más hundida y sola que antes. A veces pienso que este es mi castigo, que no puedo ni debo luchar contra ello. He sido cruel y vengativa y no merezco ser feliz.

Saco estas ideas de mi cabeza y rememoro las instrucciones del conjuro. Lo he hecho todo bien. ¿Verdad? ¡¿Verdad?! La voz de mi conciencia suena levemente histérica.





Fase cinco: comprobación.
“Su preparado está listo. Asegúrese de su fiabilidad.”

He cerrado los ojos. Unos brazos me rodean desde atrás. No, ¡me he dormido! ¿Cuánto tiempo ha pasado? Siento que algo me hace cosquillas en la nuca.

—Gracias —dice una voz dulce y suave. El vaho de una respiración hace que el vello de todo mi cuerpo se erice tras un estremecimiento.

Labios cálidos empiezan a recorrer mi piel depositando suaves besos en un camino que llega a mis labios.

—Lo has conseguido —susurra contra ellos, antes de atraparlos.

Entierro mis manos entre las hebras de su pelo. Luego la abrazo, temblando, con miedo a que desaparezca o vuelva a ser intangible. Agarro sus mofletes, alejo su rostro para poder enfocarlo. Me devuelve una mirada vidriosa, llena de vida y promesas. No soy la única que está llorando.

—Lucía…. —jadeo. Me derrumbo temblorosa entre sus brazos.

FIN

Este relato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2018 para el objetivo: 05 - Crea una historia que esté centrada en un ritual. (Y además también podría servir para el objetivo anual de romance, al igual que el anterior con el que está relacionado).

Podéis consultar las bases y apuntaros a participar en esta entrada de mi blog o en el de Katty.

Podéis encontrar todos mis relatos para el #OrigiReto2018 en esta otra entrada.

¿Qué os ha parecido el relato? Espero que hayáis pasado un buen rato leyéndolo. ¡Pronto más relatos dentro del #OrigiReto2018! Mientras tanto, es vuestro turno de opinar en los comentarios. ¡Muchas gracias por leer!