Relato: #OrigiReto2018 - Inconformista. (Noviembre 2)

Nota previa: Este relato está levemente relacionado con Noviembre #1: cuenta atrás, aunque pueden leerse en cualquier orden.

Aquellos extraños sueños donde podía ver no habían dejado de atormentarme durante los últimos diez años. Siempre comenzaban como escenas normales de mi día a día en las que prescindía de alguna herramienta de uso cotidiano como la navegación por voz en el ordenador o el bastón al caminar, y acababan de un modo u otro vaticinando mi muerte inminente.

Al principio incluso fui a psicólogos, gastándome una pequeña fortuna en sesiones y terapias. Ante el fracaso de éstas, probé con pitonisas y adivinas, sin mucho más éxito, por supuesto. Pronto comprendí que nadie podía explicarme ese extraño sentimiento de indefensión que llevaba a mi subconsciente a otorgarme en sueños una capacidad de visión que nunca había tenido ni, siendo sincera, necesitado. No me daban miedo los relojes ni los cronómetros que en la mayoría de mis pesadillas marcaban el final de mi vida, lo que me aterraba era ser capaz de verlos avanzar.

Había nacido ciega, en una familia de ciegos, pues tanto mi padre como mi madre lo habían sido, al igual que mi hermano, que en paz descanse. Esta incapacidad no nos había impedido llevar una vida completamente digna; mi hermano incluso había llegado a aprender a tocar el piano decentemente antes de aquel accidente de tren que le costó la vida. Mi madre había logrado vivir de la escritura, siendo ese su sueño desde bien pequeña, y mi padre podía permitirse dedicarse a ser su agente. Atendía el teléfono, concertaba citas, firmas, presentaciones. No era el trabajo de sus sueños, pero al menos lo hacía junto a la persona que siempre los había protagonizado. Y yo, bueno, pues estaba al frente de una multinacional de telefonía móvil, que cuando comenzó su andadura apenas tenía futuro haciendo zapatófonos y que ahora daba trabajo a miles de personas en cada país del mundo y engordaba día a día una suculenta cuenta del banco a mi nombre.

Había nacido sin prácticamente nada, pero lo poco que tenía había sabido aprovecharlo. Mi capacidad para afrontar los problemas, mi gusto por los nuevos retos. La gente dice que si naces en una familia humilde nunca dejarás de ser clase trabajadora. Yo os digo que esa gente es la lacra del mundo, conformistas que no buscan más allá de un método de vida que les permita ir al día y no preocuparse demasiado, ni arriesgar, ni cambiar, ni vivir.

Mis noches en vela me costó montar esta empresa desde cero, hacer que los inversores confiasen en mí fue doblemente difícil por ser mujer de clase trabajadora y por ser ciega, no me engaño, pero al final mereció la pena. Hoy en día sé que a nadie de mi familia le faltará nada mientras yo viva. E incluso después. Ni siquiera sé cuántos ceros hay en mi cuenta; no es que me importe.

Pero a pesar del éxito indudable que he alcanzado en la vida, a pesar de que gracias a mí miles de familias reciben ingresos y pueden vivir dignamente trabajando para una empresa reconocida mundialmente que cotiza en bolsa y agota cada existencia que lanza al mercado en menos de un mes de pedidos, sé que todos los que me conocen en persona me miran y tratan con una condescendencia difícil de disimular. A la sociedad hay que acostumbrarla a tratar con gente como yo, gente diferente que no por serlo es menos que nadie ni necesita que la manejes como si fuese un cristal que se va a romper si cierras la puerta con demasiada fuerza al salir. Os parecerá que exagero; creedme, no lo hago. Es exactamente así como me tratan todos (salvo quizás mis padres); ofreciéndome ayudar ante cada tarea rutinaria a la que me enfrento, como si no hubiese sido capaz de vivir treinta años perfectamente buenos antes de comenzar con esta empresa. Como si les necesitase, a ellos como cándidos lazarillos, y no sólo a sus billetes de 500 €.

Pobres ingenuos, no pueden entender que llegue a ser próspera y feliz, capaz de vivir mi vida sin ayuda, cuando ni siquiera puedo ver. Imagino sus caras de buenos samaritanos cada vez que se cruzan en mi camino; con formas y colores de verdad gracias a que desde hace años no dejo de tener esos sueños donde las cosas son visibles, donde reconozco los objetos, las luces y las personas, como algo más que sonidos, formas tangibles u olores, como algo frente a mis ojos que puedo identificar con ellos. Es muy extraño, todavía no me he acostumbrado. Dudo que pueda hacerlo algún día.

A menudo me da por pensar que yo vivo como los videntes duermen; y sueño como ellos viven. Y no me gusta. Me siento desnuda e indefensa, porque ahora, cada vez con más frecuencia, incluso lo hago despierta. Las cosas que veo en sueños se adueñan de mi imaginación, entre ellas las personas que me rodean, y sus caras de condescendencia nunca antes imaginadas, ahora me crispan los nervios. No quiero ser objeto de su lástima. Prefiero ser quien piense "pobrecitos ellos, que no saben lo que les espera". Y lo seré. Vaya que si lo seré. Más pronto que tarde, gracias al nuevo proyecto que tengo en mente y que pondré en marcha en cuanto los inversores lo autoricen. Podré entonces pensar "pobrecitos ellos" con conocimiento de causa.

Obviamente no planeo confesar a los usuarios ricachones lo que van a hacer con sus ojos esas pantallas táctiles ultra finas y ligeras de última generación por los que el precio de su Smartphone se duplicará, engordando mis bolsillos todavía más. De hecho, nadie lo sabrá nunca; si juego bien mis cartas. Pero espero secretamente que todo salga bien, y que dentro de menos de cinco años toda la población con edad y recursos suficientes como para usar un Smartphone de la marca Covidala, esté literalmente tan ciega como yo.

Entonces habré logrado que nadie me mire nunca más con condescendencia.

En un país de millonetis convertidos en ciegos recientes, los ciegos de nacimiento seremos como los tuertos del refrán. Y ya se sabe, que si el tuerto es el rey, tendrá todo el poder del mundo a su alcance.

¿Debo acaso conformarme con menos? No creo. Lucharé, como he hecho durante toda mi vida, por tenerlo todo.

FIN

Este relato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2018 para el objetivo: 21 - Escribe de manera realista cómo actuaría tu personaje principal para conseguir lo que más desea si fuera millonario.

Podéis consultar las bases y apuntaros a participar en esta entrada de mi blog o en el de Katty.

Podéis encontrar todos mis relatos para el #OrigiReto2018 en esta otra entrada.

¿Qué os ha parecido el relato? Espero que hayáis pasado un buen rato leyéndolo. ¡Pronto más relatos dentro del #OrigiReto2018! Mientras tanto, es vuestro turno de opinar en los comentarios. ¡Muchas gracias por leer!