En casa de Aura no había mucho dinero, así que el día de su cumpleaños no solía recibir muchos regalos. Pero un año recibió uno muy especial de parte de su padre: se trataba de un precioso marco de madera de cedro veteada de pequeño tamaño, en cuyo interior descansaba un lienzo sin estrenar.
Vacío. Fue lo primero que sintió cuando desenvolvió el regalo, emocionada, y encontró la rugosa superficie impoluta, que parecía preguntarle ¿acaso esperabas otra cosa? No había ningún cuadro. Ningún dibujo en aquél lienzo.
Al principio miró a su padre en silencio, intentando comprender. Luego le dio las gracias algo cohibida. En realidad era un marco muy bonito, pensó, casi brillaba con luz propia. Tal vez le había costado tanto que no había podido comprar ningún cuadro que meter en él. A lo mejor tenía pensado regalarle el cuadro que iba dentro el día de su siguiente cumpleaños. Eso sería algo curioso, cuanto menos. Se lo preguntó.
Vacío. Fue lo primero que sintió cuando desenvolvió el regalo, emocionada, y encontró la rugosa superficie impoluta, que parecía preguntarle ¿acaso esperabas otra cosa? No había ningún cuadro. Ningún dibujo en aquél lienzo.
Al principio miró a su padre en silencio, intentando comprender. Luego le dio las gracias algo cohibida. En realidad era un marco muy bonito, pensó, casi brillaba con luz propia. Tal vez le había costado tanto que no había podido comprar ningún cuadro que meter en él. A lo mejor tenía pensado regalarle el cuadro que iba dentro el día de su siguiente cumpleaños. Eso sería algo curioso, cuanto menos. Se lo preguntó.