Nota previa: Este relato contiene algún párrafo extraño si se lee por separado por lo que, aunque no es del todo necesario, aconsejo leer antes Big T (Julio 01), relato hacia el que contiene un pequeño guiño.
Arrugué un diario más encima de la mesa. Habían empezado hacía meses con el siempre socorrido un posible amante celoso y pasado inesperadamente por un ladrón al que los robos se le complicaban, un psicópata escapado del manicomio y, ¡agarraos!: ¡un perfil psicológico inestable en busca de repercusión social! Actualmente se encontraban alternando entre un siempre poético y bien recibido asesino de los ojos perdidos, el no muy descabellado caníbal invisible y el muy adulador aunque completamente improbable un posible imitador. Estaba segura de que nadie podría ser capaz de imitarme.
Suspiré mientras tiraba la arrugada bola de papel a un rincón. A veces me hacían reír, pero en general estaba tan harta de la prensa que bien habría incendiado sus sedes, con redactores y fotógrafos dentro, pero tenía que reconocer que al menos me hacían propaganda y eso podía llegar a darme mucha fama algún día. Por el momento, no llegaba a tanto como para ofrecerme la posibilidad de vivir de ello, pero bien era cierto que mi vida sin ellos habría sido mucho más íntima y aburrida así como carente de artículos de periódico graciosos y ridículos con los que adornar las yermas paredes de mi cuarto de trabajo.
Arrugué un diario más encima de la mesa. Habían empezado hacía meses con el siempre socorrido un posible amante celoso y pasado inesperadamente por un ladrón al que los robos se le complicaban, un psicópata escapado del manicomio y, ¡agarraos!: ¡un perfil psicológico inestable en busca de repercusión social! Actualmente se encontraban alternando entre un siempre poético y bien recibido asesino de los ojos perdidos, el no muy descabellado caníbal invisible y el muy adulador aunque completamente improbable un posible imitador. Estaba segura de que nadie podría ser capaz de imitarme.
Suspiré mientras tiraba la arrugada bola de papel a un rincón. A veces me hacían reír, pero en general estaba tan harta de la prensa que bien habría incendiado sus sedes, con redactores y fotógrafos dentro, pero tenía que reconocer que al menos me hacían propaganda y eso podía llegar a darme mucha fama algún día. Por el momento, no llegaba a tanto como para ofrecerme la posibilidad de vivir de ello, pero bien era cierto que mi vida sin ellos habría sido mucho más íntima y aburrida así como carente de artículos de periódico graciosos y ridículos con los que adornar las yermas paredes de mi cuarto de trabajo.