Nota previa: Este relato está levemente relacionado con Noviembre #1: cuenta atrás, aunque pueden leerse en cualquier orden.
Aquellos extraños sueños donde podía ver no habían dejado de atormentarme durante los últimos diez años. Siempre comenzaban como escenas normales de mi día a día en las que prescindía de alguna herramienta de uso cotidiano como la navegación por voz en el ordenador o el bastón al caminar, y acababan de un modo u otro vaticinando mi muerte inminente.
Al principio incluso fui a psicólogos, gastándome una pequeña fortuna en sesiones y terapias. Ante el fracaso de éstas, probé con pitonisas y adivinas, sin mucho más éxito, por supuesto. Pronto comprendí que nadie podía explicarme ese extraño sentimiento de indefensión que llevaba a mi subconsciente a otorgarme en sueños una capacidad de visión que nunca había tenido ni, siendo sincera, necesitado. No me daban miedo los relojes ni los cronómetros que en la mayoría de mis pesadillas marcaban el final de mi vida, lo que me aterraba era ser capaz de verlos avanzar.
Aquellos extraños sueños donde podía ver no habían dejado de atormentarme durante los últimos diez años. Siempre comenzaban como escenas normales de mi día a día en las que prescindía de alguna herramienta de uso cotidiano como la navegación por voz en el ordenador o el bastón al caminar, y acababan de un modo u otro vaticinando mi muerte inminente.
Al principio incluso fui a psicólogos, gastándome una pequeña fortuna en sesiones y terapias. Ante el fracaso de éstas, probé con pitonisas y adivinas, sin mucho más éxito, por supuesto. Pronto comprendí que nadie podía explicarme ese extraño sentimiento de indefensión que llevaba a mi subconsciente a otorgarme en sueños una capacidad de visión que nunca había tenido ni, siendo sincera, necesitado. No me daban miedo los relojes ni los cronómetros que en la mayoría de mis pesadillas marcaban el final de mi vida, lo que me aterraba era ser capaz de verlos avanzar.