El reflejo del espejo te habla de un hombre cansado, que lleva una vida dura y una rutina agotadora. Te presenta, como cada mañana, a un hombre al que ya no le gusta su trabajo, un hombre aburrido de convivir día a día con las mismas personas, hastiado de compartir viaje con gente a la que no soporta y que, la mitad de las veces, no comprende su arte. En sus ojos apagados y sin brillo ves el abandono del que ha renunciado ya a hacer algo por cambiar todo lo que no le gusta de su vida, del mundo en general.
En su entrecejo fruncido encuentras el hartazgo del que, sin esperanza, se limita a dejarse llevar por la corriente y no pensar, ni desear, ni aspirar a nada más sino repetir la misma función día tras día. En sus labios apretados, puedes ver claramente la decepción y tristeza contenidas de quien sabe que podría haber logrado mucho más, y que no comprende por qué al final, se conformó con lo que ahora tiene. No vivir, sino actuar.