Relato: #OrigiReto2018 - Érase una vez (Mayo 1)

Hoy vengo a contar un cuento, que empieza como todos los cuentos: «Érase una vez que se era….» ¡un pueblo lleno de cuchicheos! Poco glamur, ¿verdad? Es lo que tienen los cuentos a veces, que empiezan con mucha rimbombancia y acaban por decepcionarnos. Pero esto es así. Cuchicheos.

Cuchicheos sobre mi fortuna, mi vida, mi soledad o mi locura, tanto más da. Cuando no salgo de la Hacienda, que si me habré vuelto loca. Cuando no voy al mercado, que si no me alimento como la gente normal...

¡Ay!, ¡sí!, espera, el cuchicheo más interesante es que, agárrate, ¡soy un fantasma! ¿Es para reírse, o no es para reírse? Bueno, no sería para reírse si fuese verdad, claro. Estar muerta no es cosa de chistes, lo sé mejor de lo que piensas, pero tú me entiendes.

Como no desmiento una sola de estas tonterías, nadie se atreve a venir a verme o hablarme, debido a (sí, lo has adivinado) las habladurías y correveidiles en las que se comenta que toda mi enorme fortuna la he heredado a causa de un asesinato. El de mi marido, para más datos, con el que sólo estuve casada unos pocos meses y al que nadie del pueblo había conocido jamás, lo que le da a mi propia existencia un aspecto siniestro. Así, todos me conocen por el sobrenombre de Viuda Negra. O Bruja Negra, según el día.

En fin… ¿qué queréis que os diga? Si así se entretienen no seré yo quien les quite su diversión. Pero a vosotros puedo contaros la verdad. Esta no empieza como si fuese un cuento.

Hace muchísimos años, viví en Francia lo que creía que eran los días más felices de mi vida. Era joven e ilusa y me desvivía por atesorar las escasas muestras de entusiasmo —ni siquiera amor— que mi rico marido mostraba por nuestro reciente matrimonio.

Con la perspectiva de la lejanía puedo afirmar que fui una niña confiada y alocada, y que si me culpé durante meses por haber dejado que mi hermana Ana me convenciese para usar la llave prohibida, fue porque era débil y tonta. Había salvado la vida, pensaba, para animarme. Pero no lo conseguía del todo, porque ¡yo no quería ser una asesina!

Ahora sé que no fue mi culpa, ni la de Ana, y que Barbazul pretendía que usásemos la llave desde el mismo momento en que nos la proporcionó y nos prohibió usarla. Ahora sé que todo fue su juego y nosotras los títeres de su macabra diversión. Poco importa ya. Ahora soy yo la que se divierte.

Y Lucía, claro está.

Lucía fue la primera mujer de Barbazul, la que más tiempo duró viva. Durante años, hizo caso de su advertencia sobre no usar la llave prohibida. Hasta que un día decidió que no podía vivir en un matrimonio con mentiras. Siete años habían pasado, y poco le importó aquello al sádico de nuestro exmarido, que la asesinó brutalmente en cuanto descubrió que había sido desobedecido.

Tal vez os estáis preguntando qué podría unir a una viuda venida a menos y al fantasma del primer cadáver que su ex marido dejó atrás en el mundo. Os lo diré. Es simple y básico odio. Y el descubrimiento de que nuestra unión hace la fuerza.

Hace meses que Lucía volvió a la Hacienda, gracias a mis artes de brujería y capacidades extrasensoriales... Que por supuesto siempre negaré tener. Lucía tiene ahora mucha menos vida de la que tenía al llegar, joven y alocada, deseosa de comerse el mundo, pero bastante más de la que le quedaba al irse, siendo sólo un cadáver pudriéndose en una sala que no sería abierta durante años. Al menos ahora tiene un motivo por el que existir. La venganza. Nuestra venganza.

Gracias a nuestras tardes de charlas a la luz de la luna y las velas comprendí que había cosas buenas, muy buenas, de ser un fantasma, que podíamos usar para beneficio de todos, perdón, de algunos. De quienes se lo merecen. Y por eso estamos aquí. Ella y yo, mano a mano, luchando contra las injusticias.

Suena bien, ¿no? En realidad es mucho menos poético y para nada moralmente correcto, pero la estética del asunto es de lo último que nos preocupa. ¿Qué van a hacer? ¿Criticarnos a nuestras espaldas?

Ay, perdonad, es que me da la risa.

Os contaré como trabajamos.

Lucía puede sentir las emociones de la gente. Siente a mi hermana Ana, felizmente fugada a miles de km de distancia con una joven campesina de la que acabó enamorada. Siente la tristeza de mi madre, que —paradójicamente— perdió a sus dos hijas la noche que ambas nos salvamos de la muerte. Y también siente el miedo de la joven hija del molinero, que vive en la casucha baja de la ribera.

Ese tipo de descubrimientos son los que más nos interesan.

En cuanto los detecta, ambas nos presentamos allí de sopetón. En el molino, por ejemplo. ¡Pum! Es divertido ver sus caras. La de ella, casi resignada, como si no pudiese haber ya nada que la sorprenda, cuando la abrazo y le digo que todo va a estar bien. La de él, ojos desencajados, grito mudo y muerto en la garganta, mientras Lucía se mete en su cuerpo y aprieta su corazón con la podredumbre del odio y la infamia que él mismo alberga. A veces juguetea un poco con sus vidas.

Los inútiles siempre piden clemencia. Siempre. Lloran y salen corriendo. Golpean la puerta o intentan golpearme a mí. Pero Lucía no les da tiempo a hacerlo. ¿Clemencia? a nosotras ya no nos queda.



Al final del día, agotadas por la caza, con otro infarto fulminante y otra joven libre a nuestras espaldas, nos miramos y sonreímos.

No podemos abrazarnos, ni besarnos, ni siquiera rozarnos. Pero lo haremos. Un día nos amaremos como vulgares seres humanos, cuando la caza dé sus frutos y Lucía encuentre al fin un cuerpo con el que su alma herida y rota sea compatible.

Entonces por fin seremos felices. Y comeremos perdices.

FIN

Este relato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2018 para el objetivo: 10 - Continua un cuento conocido en lugar de aceptar el final.

Podéis (es recomendable) escuchar el cuento que lo precede aquí: Cuento de los hermanos Grinn - Barbazul. Este era mi cuento (narrado) favorito de la infancia, lo oí mil veces justamente en este audio que he buscado para vosotros, y si después de escucharlo alguien me dice que no da absoluto cangelo sin necesidad de ser una niña de cinco años como yo era entonces, yo me bajo de la vida ya. Un resumen del cuento, por si no tenéis tiempo de oír el audio: Barbazul era un psicópata que asesinaba a sus mujeres y las guardaba en un cuarto que cerraba bajo llave. Cuando volvía a casarse, entregaba la llave a su siguiente esposa diciéndole que no podía usarla. Cuando ella la usaba, la mataba también. La protagonista de esta historia es su última mujer, que se salva de la muerte gracias a sus hermanos, que asesinan a Barbazul justo a tiempo para evitar la muerte de Beatriz.

Podéis consultar las bases y apuntaros a participar en esta entrada de mi blog o en el de Katty.

Podéis encontrar todos mis relatos para el #OrigiReto2018 en esta otra entrada.

¿Qué os ha parecido el relato? Espero que hayáis pasado un buen rato leyéndolo. ¡Pronto más relatos dentro del #OrigiReto2018! Mientras tanto, es vuestro turno de opinar en los comentarios. ¡Muchas gracias por leer!