Relato corto: Me gustaría ser viento.

La observo, como siempre, desde lejos. Su figura se recorta a contra luz sobre un cielo tan azul que parece ficticio. Ella levanta el rostro y le dedica a la nada una sonrisa espectacular, que brilla en sus labios. Su cuello queda al descubierto cuando los largos mechones de pelo, rojos como el fuego, caen hacia atrás acariciando sus hombros.

Me gustaría ser viento, para mover sus cabellos y perderme entre ellos. Me gustaría ser lluvia, para rozar su piel pálida y perfecta y descubrir que, seguramente, es incluso más suave de lo que imagino. Me gustaría ser cielo, para que me mire con esos ojos verdes y comprobar si es cierto que me derretiría ante ellos. Me gustaría ser césped, bajo sus pies descalzos, para sostenerla en todo momento. Me gustaría ser las hojas del otoño que vuelan a su alrededor, para estar aunque sea un fugaz instante a su lado.

Imagino que puedo volar hasta ella, imagino que de pronto llega el día en que puede verme, y no sólo mirarme. Imagino que me convierto en algo más que en un hombre invisible, que está pero no existe. Entonces me doy cuenta: me está mirando. Y me sonríe. Intento devolver el gesto tras vencer una repentina parálisis. Siento el calor del rubor que seguramente ya cubre mis mejillas, al darme cuenta de que ha descubierto que la observaba. Levanto una mano para saludarla, con timidez. Ella se levanta del suelo, se está acercando y abre los labios. Va a decir algo y no resisto la tentación de mirar a mi alrededor, pensando que no puede ser verdad que quiera dirigirse a mí.

Entonces me doy cuenta de que todo está borroso. Las casas, los árboles, el césped. Siento que voy a caerme y extiendo las manos, mientras abro los ojos sobresaltado en medio de la oscuridad. Por un instante, no recuerdo dónde estoy, y me entra el pánico.

Cuando consigo respirar un par de veces, y noto que mi corazón late con fuerza en mi pecho, descubro que estoy tumbado y mis brazos rodean un cuerpo. Al principio no entiendo nada, pero después no puedo evitar sonreír, al reconocer su olor. A veces sigo sin creérmelo. Sonrío sin proponérmelo mientras aprieto mi abrazo entorno a ella y dejo en silencio un beso sobre su cabeza. Ella se remueve en sueños, pero no se despierta. Y yo vuelvo a dormirme al poco rato, pensando en la suerte que tuve aquel día hace ya tanto tiempo, cuando, sin saber bien por qué motivo, ella pudo al fin verme, y no sólo mirarme.

Este relato está enmarcado en el Reto de escritura de Relatea (una web de relatos cortos) respondiendo a la propuesta de escribir un relato de menos de 1000 palabras basado en la palabra AMOR.

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