Relato: #OrigiReto2019 - RIP. (Noviembre)

«Gracias por intentarlo. Espero que funcione.»

Ignoro a la voz y apago el motor. No sé por qué he venido, la verdad. ¿Es la decisión adecuada? ¿Tal vez debería más bien estar buscando ayuda de algún tipo? Temo haberme vuelto loca.

«No estás loca».

—Cállate —ordeno, cerrando la puerta del coche con más fuerza de la que debiera. Por suerte no hay nadie a mi alrededor que pueda escandalizarse por la perturbación de la paz de los muertos. Si es que tal cosa existe; pues empiezo a dudarlo.

Los funerales no suelen ser un lugar al que la gente va por ocio, eso está claro. Quiero decir... sin conocer a la muerta y esas cosas. Una no se pasa por aquí un día cualquiera a... ¿ver las tumbas?, ¿o el atardecer? No me cuadra demasiado. Pero también es cierto que siempre existe el típico tío rarito del tipo avestruz disecado en el salón que hace lo que nadie se esperaría y se queda tan pancho. Ir a recaudaciones benéficas a comer gratis o a donar sangre sólo por conseguir un rato de permiso en el trabajo... Esas cosas. Una amarga sensación se me atasca en la boca del estómago cuando me pregunto: ¿realmente me he convertido en ese tipo de persona?

«No, tranquila.»

—En serio. Para —gruño entre dientes, bajando la cabeza y metiendo las manos en los bolsillos. Hace un frío que pela.

«Si sigues hablando sola, la gente verdaderamente pensará que te falta un tornillo.»

Gimo y alzo la mirada al cielo. ¿Es real?, me pregunto. Sólo la escucho desde hace un par de días, creo. La verdad es que estoy confusa y no puedo recordarlo bien. Tampoco algunas otras cosas... pero según dice la voz la oigo desde que la tipa —la voz, lo que sea— murió. ¿Tiene sentido? La verdad es que no mucho, y ni siquiera sé si es mejor que la alternativa. Intento hacer memoria, ¿hubo algún caso de esquizofrenia en mi familia?

Un suspiro de cansancio resuena en mi mente. No es cosa mía. La voz tiene conciencia propia y el suspiro le pertenece. La verdad es que podía quedarse también con el tremendo dolor de cabeza que me está provocando. Llevo todo este tiempo casi sin poder dormir y con una sensación horrible de palpitante presión en la sien. En fin, ojalá esta locura funcione y pueda volver pronto a la normalidad.

«Funcionará. No es esquizofrenia, te lo juro.»

Elevo los ojos al cielo en una muda protesta de incredulidad mientras alcanzo la capilla. ¿Es que no puede estarse callada un rato? Ya podía haberme tocado una posesión demoníaca más silenciosa. Un poco de clemencia, por favor.

«Tampoco soy una posesión demoniaca». Parece triste. Triste y joven. Si tengo que fiarme de sus explicaciones, es alguien que ha muerto. ¿Con cuántos años...? Bueno, ¿qué más da? Sinceramente, me importa demasiado poco como para preguntar.

«29 años. No te vayas a quedar con la duda.»

«La verdad, no creo que fuese a darle muchas vueltas», pienso, sin hablar, recordando su advertencia y no deseando dar la nota más de la cuenta entre todas estas personas desconocidas. Poco después, ya sentada en un lugar bastante solitario al fondo de la triste capilla lista para el funeral, me doy cuenta de que en realidad debe ser que sí, me interesaba, pues no puedo dejar de pensar en ello.

«Creo que me envenenaron. Juraría que fue mi tía abuela Miriam; la que está a tu derecha.»

«¡¿QUÉ?!»

Ni siquiera sé cómo evito gritar, pero doy un salto en el banco y me alejo de la vieja señora del obsoleto velo negro antes de poder controlar mis impulsos.

«Era broma, tranquila. Me atropelló un coche. Ya te lo había dicho.»

Me llevo las manos a la cabeza y la sostengo con ellas. Siento que pesa 30 kilos. Se me escapa un gemido y la tía abuela Miriam me mira con condescendencia. Espero que pase por un llanto contenido y que no se escuchen los alocados latidos de mi corazón. Un coche. ¿Me lo había dicho? No lo recuerdo. Aunque... Sí... Entre la bruma de confusión que es mi cerebro hay algunas imágenes que... ¿Presencié su accidente?

«Sí. Estabas por ahí», me confirma, apática. «Por eso me quedé dentro de tu cabeza, supongo. Mi padre siempre dijo que era muy reacia a los cambios, que me resistía a adaptarme. Ha quedado altamente demostrado que tenía razón.»

«Demasiado miedo a la muerte, ¿eh? En fin. ¿Vas a irte ya o no? Dijiste que aquí podrías volver a tu cuerpo. No sé si estás esperando alguna señal o algo, pero yo creo que ya va siendo hora.»

Hay un silencio. Uno largo. Entonces un sonido hueco y cavernoso me sobresalta de nuevo.

—Estamos aquí reunidos para dedicar un último adiós a nuestra querida hermana Neyla, que por fin se ha reunido con el señor.

Joder. Solo era el cura. Suspiro e intento relajarme. Escucho. No oigo nada a parte del sermón, y eso me calma. Ya se ha ido, ¡por fin! Buena acción del día: hecha. ¿Salir ahora parecerá demasiado raro? Igual debería esperar un poco. Por respeto y eso. Sí, será lo mejor. Me dedico a juguetear nerviosa con una pequeña pluma que se escapa de mi desgastado abrigo. De repente me doy cuenta del ridículo que debo estar haciendo, de esta guisa desastrosa en un funeral. ¡Ni siquiera voy de negro! Es decir, ¡por el amor de Dios! ¡Es que no conozco a ninguna de estas personas!

«Siempre he odiado la hipocresía de los funerales» murmura la voz de nuevo en mi cabeza. «No te preocupes demasiado, casi nadie aquí me conocía en realidad.»

Ni siquiera sé cómo logro disimular mi grito de angustia en una contenida y extraña tos nerviosa.

«¿Sigues aquí? ¿Piensas largarte antes de que te incineren o no?»

«Estoy en ello. No es tan fácil.»

Lo valoro un segundo.

«¿Tengo que hacer algo? ¿Tocar el cadáver o algo así?», pregunto, deseando que la respuesta sea que no, porque lo cierto es que no tengo grandes ganas de ello.

Hay un silencio mientras la voz —Neyla— sopesa mis palabras.

«A lo mejor ayudaría. Al menos acercarte. Igual puedes aprovechar en los pésames.»

Maldigo en arameo mi ya maldita mala suerte, pero me pongo a la cola de asistentes que han decidido ir a dar un último consuelo a la familia. Me pregunto cómo de macabro quedará si pido acercarme al ataúd. Debe ser antes de que lo incineren, claro. Es decir, imagino. La verdad... No tengo ni idea.

Todavía estoy dándole vueltas a la cuestión cuando llega mi turno de saludar a los familiares de Neyla. Voy a comenzar por el que asumo que es el marido cuando este me hace un gesto de disculpa y se agacha a atender a un niño que no había visto que estaba allí hasta ahora. El niño le tiende un papel.

—¿Qué es, cariño? —susurra, con la voz rota, y echa un vistazo a lo que asumo es un dibujo.

Entonces se pone pálido. Muy pálido. Me mira fijamente un segundo, y otro, y antes de que entienda nada está alejándose de mi y sacando un teléfono móvil del bolsillo.

Siento una especie de bruma invadir mis sentidos cuando intento alejarme, asustada. No entiendo lo que ocurre hasta que escucho, como de fondo:

—Oiga, sí, quiero denunciar a una persona. Está en la iglesia del cementerio. Hace tres días atropelló a mi esposa y se dio a la fuga.

Quiero salir corriendo, pero mi cerebro no parece recordar el modo de hacerlo.

«Supongo que ya no hace falta que te esconda esto» ironía y desprecio a partes iguales invaden mi cabeza antes de que la asalten un montón de recuerdos que me paralizan como si una montaña entera se desplomase sobre mí.

Siento que me ahogo. Quiero gritar y correr y gritar de nuevo. No es real, me digo, no es real. Pero sí que debe serlo; porque llevo un fantasma dentro de mi cabeza y de pronto me acuerdo de todo. Es real. Yo la maté. No puedo gritar, ni moverme. Intento ir hacia la salida, pero solo consigo caer de bruces al suelo en un nudo de extremidades confusas mientras se me escapa la conciencia, entre gemidos de sorpresa y murmullos de incomprensión de los asistentes.

Antes de desfallecer logro escuchar sus últimas palabras.

«Gracias por intentarlo. Ha funcionado.»

FIN

El relato que acabáis de leer está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2019, tiene 1403 palabras y cumple los siguientes puntos del reto:

• Objetivo: 9. Utiliza un cementerio como escenario para un relato.
• Objetos: 14. Un avestruz disecado./ 15. Una pluma.
• Para medallas: Aunque ya las tengo todas, este relato cumple Feminista (protagonista mujer) y Verborrea interminable (narrado en presente y primera persona).

Podéis consultar las bases y apuntaros a participar en esta entrada de mi blog o en el de Katty.

Podéis encontrar todos mis relatos y pegatinas para el #OrigiReto2019 en esta otra entrada.

Podéis encontrar todos los relatos de todos los participantes en el #OrigiReto2019 en esta otra entrada.

¿Qué os ha parecido el relato? Espero que hayáis pasado un buen rato leyéndolo. ¡Pronto más relatos dentro del #OrigiReto2019! Mientras tanto, es vuestro turno de opinar en los comentarios. ¡Muchas gracias por leer!